Detrás de la innovación hay algo más que nuevas metodologías
Detrás de la innovación hay algo más que nuevas metodologías.
Los profesores innovadores conocen a sus alumnos
Jordi Pardo Carazo
Pedagogo experto en Innovación educativa. Hace más de 10 años que trabaja en el Programa de Mejora e Innovación Docente de la Universidad de Barcelona
Hablemos de “innovación”, ¿qué prácticas innovadoras se realizan en la Universidad?
La palabra “Innovación” es de difícil consenso. Para ti, algo puede ser muy innovador porque en tu contexto no existe ninguna referencia de algo así… Se enfoca mejor el tema si pensamos en “profesores innovadores” y no en “metodologías innovadoras”. Porque metodologías puedes tocarlas todas… Hay desde gente que utiliza Campus Virtual y lo considera muy innovador, aunque sea un sencillo soporte on-line de lo que se da en clase, hasta gente que invierte sus clases (“Flipped Classroom”), que hace protagonista a sus alumnos. En el primer caso, el peso sigue cayendo en el docente, mientras que en el segundo se centra más en el alumno.
Hay profesores que hacen materiales interactivos, donde el aprendizaje va más allá del aula y el alumno es más autónomo. Hay algunos que hacen tutorías, otros incluyen las competencias como algo muy innovador… ¡Aunque las competencias ya deberían estar en el ADN de las asignaturas a estas alturas! Pero, aunque en los planes de estudio de las carreras estén definidas las competencias, acreditadas y certificadas, a menudo quedan diluidas al llegar al aula.
A nivel metodológico se está haciendo de todo, el problema es el grado de implicación del docente con esas formas de enseñar. Cómo el docente ha interiorizado y entendido la metodología, y cómo la usa de manera eficiente para mejorar los aprendizajes.
La innovación está en cada uno de los docentes que entienden que su docencia les genera retos y que esos retos hay que asumirlos. Entonces buscan soluciones nuevas; aquí está la innovación. Que la solución o la metodología empleada en sí ya exista no es tan importante. Lo que debemos fomentar son profes que quieran resolver problemas.
Sería buscar un cambio en la mente del profesor… ¿Sería necesario un cambio en la concepción de la educación?
Intentamos que el mensaje que llegue al alumno sea diferente. El alumno cuando hace el salto a la Universidad espera un producto maduro, y recibe uno consolidado, pero no maduro… Porque muchas veces ese producto no se ha generado desde la reflexión necesaria y suficiente. Esa idea de reflexión y cambio constante es la que tiene que recibir el alumno, porque se mueve o moverá en unos parámetros profesionales y de conocimiento totalmente diferentes a hace unos años.
Usando un símil farmacéutico, la enseñanza/aprendizaje de modelo tradicional se basaba en tratamientos con dosis fijas establecidas que suministraba el docente hasta que se finalizaba el tratamiento. Ahora el modelo se acerca más al concepto de auto-medicación.
Y, ¿enseña la Universidad a sus alumnos a prepararse para este panorama actual; a “auto-medicarse”?
Pues mira, en un estudio reciente en el seno del programa REDICE del ICE de la UB se analizaba la adquisición de competencia informacional en los alumnos desde su ingreso hasta el segundo o tercer curso. Y, a diferencia, de lo esperado, se constató una clara involución del grado de competencia.
El nuevo alumno usa un enfoque estratégico que lo focaliza casi en exclusiva en el sistema de evaluación y sus requisitos. Y eso es lo que aprende: a aprobar.
En el Programa de Mejora e Innovación Docente, elaboramos un catálogo con unas 27 líneas de innovación abierto a incorporar aquellas nuevas líneas de las que nos informan los docentes más activos implicados en proyectos y grupos de innovación.
Pero, el problema, o la solución no radica en las metodologías en uso. No importa si son más nuevas o tienen más tradición en las aulas. Lo principal es la concepción de la enseñanza que tiene el docente que las utiliza. Al alumno le puede dar igual que deba salir a conversar al parque, o permanezca sentado delante de un ordenador siguiendo una práctica gamificada. Por eso, cuando el profesor cambia su metodología sin más, se encuentra muchas barreras. Los alumnos se enfadan si no hay reflexión ni negociación. Hay que conseguir que el alumno entre a clase sabiendo que va a desarrollar sus competencias para su futuro laboral, que le estamos enseñando a revolver los que serán sus RETOS.
Hace pocas semanas, una profesora de las implicadas con la mejora de su enseñanza, que, por diferentes motivos, no había podido desarrollar un proyecto en los últimos años, me preguntaba lo mismo que tú: “Qué metodologías innovadoras están funcionando ahora”. La respuesta fue: “estamos en el mismo punto”. Lo importante no es tanto aplicar nuevas metodologías, sino que ésta permita mejorar la relación con el alumno y de éste con sus aprendizajes. La relación entre lo que queremos enseñar y lo que ellos quieren o deben aprender.
Hace 14 años dábamos soporte a proyectos muy innovadores basados en “Grupos activos”, y ahora lo damos a proyectos de “Flipped Classroom”. Sabemos que el papel del profesor es, básicamente, ayudar en el tránsito de apropiación del conocimiento por parte del alumno. Aunque la metodología sea rompedora, no podemos dejar de tener en cuenta variables como el perfil del alumno o el rol del profesor; la metodología sólo es una herramienta para facilitar el acceso al conocimiento. Debemos, por tanto, conjugar el triángulo: metodología, alumno y profesor.
Podemos usar otro símil, el de la baraja o el juego de cartas. Debemos conocer el juego, nuestras cartas como profesores y saber leer los gestos de los alumnos; adivinar su juego y responder con nuestras bazas. Es decir, la innovación no se debe centrar tanto en gamificar, o simular entornos 3D, o de trabajo cooperativo… sino en mejorar los aprendizajes concretos que deben adquirir los alumnos destinatarios.
Entonces, si la interacción entre profesor y alumno no funciona, no importa tanto cómo estructures la enseñanza-aprendizaje. Entendiendo la metodología como una forma de estructurar esto, pero seguimos centrados en buscar qué herramienta nos ayuda de mejor forma …
Si, a veces en innovación hay mucho de pirotecnia, o de qué gadget me “compro” que me solucione un problema. Regularmente asistimos a jornadas donde profesores intercambian sus experiencias en innovación. Muchos de los profesores asistentes lo hacen con la pregunta sobre “qué se está haciendo a nivel metodológico o tecnológico que transformar a mis alumnos en consumidores apropiados de mi forma de enseñarles”. No digo que busquen la respuesta fácil, el problema es que muchas veces los consejos externos no tienen en cuenta la problemática real del aprendizaje, que es de relación particular entre docente y alumno o grupo de alumnos.
A veces una clase magistral sí que funciona, ¿no hay un poco una fiebre por innovar?
Por supuesto. Pensemos en la tecnología. Hay quien entiende que innovar es usar más tecnología. El imperativo tecnológico, le llaman. La tecnología, sin embargo, nace con la intención de mejorar la vida del usuario, no de complicarla. Pensemos en la sencillez de Google, el secreto de su éxito. La tecnología está detrás. Si no genera mejora en usos ya existentes la tecnología no solo no es necesaria, sino que corremos el riesgo de dejar que genere nuevos problemas, y nos obligue a adaptarnos sin sentido a los nuevos usos.
Podemos cuestionarnos sobre por qué muchas veces no funciona la “innovación”. Yo mismo, como alumno de Pedagogía, no recuerdo prácticas concretas de aula que me parecieran innovadoras, sino más bien a los profesores que me facilitaron o propusieron un aprendizaje interesante. La respuesta a la pregunta de: ¿por qué innovamos? debería ser siempre “porque hemos detectado un problema o una situación mejorable para el aprendizaje y queremos resolverla”, no “porque se impone un determinado tipo de práctica o metodología innovadora en mi entorno”.
Este imperativo también se da en educación vinculado a la tecnología y a la metodología y, como en el caso de la tecnología, no siempre conduce a mejores resultados.
La clase magistral puede ser la mejor opción cuando el alumno siente que el docente le ayuda a adquirir el conocimiento, cuando éste capta el interés del alumno, contesta a las respuestas y redirige… Se puede innovar desde la clase magistral.
¿Dirías que un profesor innovador tiene que ser creativo en la medida que busca estas respuestas para la mejora de los aprendizajes?
En el momento que encuentras solución a un problema para el que parece que no existen soluciones prefabricadas estás siendo creativo. Ser creativo supone probar si funciona o no determinada solución. Pero el gran problema con la creatividad es que requiere de un gran esfuerzo y constancia. La creatividad también tiene su riesgo: dispersarse, aplicar solución por inspiración y no desde la reflexión … Lo importante es no perder el objetivo ni complicar la relación con los alumnos.
El alumno tiene que saber a qué está jugando. El esfuerzo también reside en eso, en conseguir que acepte las reglas del juego, aunque sean nuevas. Siguiendo con la metáfora del juego de cartas, mejor será la partida cuanto más la haya preparado y mejor comprensión del juego tengan los implicados.
La creatividad se enseña y, por tanto, debe aprenderse. Es menos habitual que se de un enfoque creativo en la docencia por inspiración o simple voluntad. Los profesores creativos pueden transmitir su enfoque basado en la búsqueda constante de alternativas que solucionen sus problemas.
Hay mucho de pirotecnia en innovación y faltan argumentos basados en indicadores, garantías, evidencias… El enfoque creativo exige saber por qué las cosas funcionan, como los trucos de magia, descartando, repitiendo, ensayando… disponiendo de evidencias de que con el truco el aprendizaje buscado se da, mejora.
¿Puede ser que a veces se quiera disponer de los “trucos” ya, sin tener en cuenta que los cambios en educación son muy largos en el tiempo?
Es lo que hablábamos. Tenemos que abandonar los imperativos. No es eficiente un modelo de cambio rápido porque generas docentes que cada dos años quieren cambiar su metodología. Un año gamificación, otro simulación… y al siguiente, alumnos desorientados y docentes cansados y frustrados.
Y esto nos lleva a no tener tiempo de recoger resultados y reflexionar.
Si, y nos lleva a no darnos cuenta de cómo cambiamos como docentes y sobretodo cómo lo hacen nuestros alumnos. Tenemos problemas para entender a los millennials… ¡Los profesores se quejan de que los alumnos son tan diferentes! Pero lo importante es conocer a los alumnos en función de variables definidas, que podemos conocer. Por ejemplo, no podemos enfocar el aprendizaje de un alumno de la misma forma si ha accedido a es su primera opción después de la selectividad, o es la quinta.