El hambre de sentido – La necesidad de ser es básica
Nuestros procesos psicológicos no son una serie de ordenados pasos dentro de una ordenada jerarquía, no lo es nuestro aprendizaje ni nuestro desarrollo, y no lo son nuestras necesidades. Hay prioridades, por supuesto, y necesidades más urgentes o más importantes (que no tienen por qué coincidir) en cada momento específico. ¿Podemos establecer cómo de necesaria es la creatividad?, ¿más o menos que comer o tener un amigo?, ¿qué necesitamos para desarrollarnos como seres; para realizarnos?
Maslow expone, en su conocida pirámide sobre las necesidades humanas, en primer lugar, las necesidades fisiológicas y sólo cuando éstas (y todas las demás) están cubiertas, entonces podemos ocuparnos de las de realización personal (creatividad, moralidad…). Parece un fundamento muy lógico. Es muy racional suponer que si tenemos hambre o sueño no podremos resolver bien una tarea, o filosofar sobre el sentido de la vida.
Pero la vida a veces no es tan lógica y racional. En su libro El hombre en busca del sentido, Viktor Frankl cuenta su experiencia en los campos de concentración. Bajo estas duras condiciones, el autor nos relata cómo, ante la privación de alimentos, de descanso, de intimidad, de humanidad y de seguridad, las personas sensibles y con una vida rica intelectualmente sufrieron, por supuesto, pero el daño a su ser íntimo fue menor. Estas personas eran capaces de aislarse del terrible entorno refugiándose en la riqueza interior y libertad espiritual.
Podemos imaginar, que en un caso tan extremo la pirámide de Maslow se invierte, y parece que sólo se mantendrá en equilibrio si conseguimos encontrar el sentido.
Puede que la pirámide de Maslow nos oriente en la vida cotidiana, para organizar y satisfacer nuestras necesidades. Pero no parece que se corresponda con la realidad afirmar que haya unas necesidades más básicas que otras. Cuando hemos alimentado nuestro cuerpo, hemos de alimentar nuestro espíritu, pero a falta de alimento, hemos de alimentar nuestro espíritu.